El agua quieta del aljibe. Casa de las Veletas. Cáceres
Aljibe de la Casa de las Veletas, Vista general. |
Transcripción del artículo El agua quieta del aljibe publicado en la Revista Alcántara, nº 89 (2020), pp. 61-66
Hay lugares que se nos presentan como espacios de misterio y, por ello, suelen convocar a multitud de personas que, con su visita, intentan desvelar lo que contienen. Estos enclaves encierran una larga historia y se muestran además como signo de identidad de una ciudad y de sus habitantes. Así sucede en Cáceres con el Aljibe de la Casa de las Veletas.
Esta cisterna es uno de los pocos restos que quedan de la antigua alcazaba almohade de finales del s. XII y comienzos del XIII, y es, además, la pieza más singular del Museo de Cáceres. Al entrar en él se experimentan sensaciones diversas. Desde el principio te sobrecoge este entorno cerrado y en oscuridad y te sientes sorprendido por lo inesperado de su arquitectura. Pronto percibes la lámina de agua del suelo y las columnas perfectamente distribuidas en su interior. Por esas columnas deterioradas subes tu mirada hacia las arquerías de herradura que sostienen bóvedas peraltadas de cañón. Luego, intentando mensurarlo, cuentas las columnas, el número de arquerías, las naves abovedadas. Te salen doce columnas, cuatro arcos de herradura en cada arquería y cinco naves con bóveda. Pero nada de eso te permite comprender claramente el sentido del lugar. Vuelves a recorrerlo y descubres que en la parte central, en vez de columna, hay un pilar. Te preguntas por qué. Si vas por tu cuenta, a lo mejor asocias el pilar y las columnas con elementos romanos que has visto en el museo. Si vas con guía, rápidamente te explicará que estos elementos sustentantes son columnas romanas reutilizadas, con basa moldurada, fuste cilíndrico y capitel. Y que el soporte central, que parece tener una cierta jerarquía sobre el resto, es un ara romana que ha cambiado su uso y función.
Quizás te fijes también en las múltiples monedas que los turistas lanzan a su interior para expresar no sé qué deseo de buena suerte. Nefasta costumbre. Es lo que primero llama la atención a los niños y niñas que lo visitan.
Tu curiosidad te hace seguir observando. El suelo debe de estar hecho de un material impermeable que impide las filtraciones, porque el agua permanece allí y no desaparece. El guía te hablará de un mortero hidráulico, conocido como opus signinum o similar, que dificulta que el líquido escape del vaso contenedor. Aunque quizás el pavimento original fuera la propia roca madre, la cuarcita. Al levantar la vista te darás cuenta de la argamasa que cubre los paramentos verticales y las bóvedas. Sirve como revestimiento de la tapia hormigonada de los muros y arquerías y también de los ladrillos de las bóvedas. Ladrillo, granito, mortero hidráulico, tapia, mortero de cal. Estos son sus materiales constructivos.
Si el día de tu visita es un día lluvioso, te sorprenderá oír el chapoteo de un chorro que cae de una zona de las bóvedas. Es el agua de lluvia que, desde el patio, penetra en el aljibe. Si sigues mirando, descubrirás otros orificios que permitían su recogida. Ahora aparecen cegados, salvo este que continúa en uso. Y tal vez el guía te explique que este depósito de unos quince metros de largo por diez de ancho y seis de alto era capaz de contener setecientos metros cúbicos de líquido en los momentos en que llegaba a su máximo; hasta la marca que se observa por encima de las arquerías. Y te quedarás pensando si es mucho o es poco.
A estas alturas de la visita ya has descubierto muchas cosas. Te encuentras en una singular construcción de finales del siglo XII, o anterior, obra probablemente de los almohades que poblaron este solar de Hizn-Qazris. Además de su uso como cisterna también se piensa que pudiera haber tenido en su origen otra función, la de posible mezquita. Eso explicaría la belleza de sus arquerías y su perfecta organización espacial. Y hasta la supuesta existencia de una hornacina o mihrab en el lienzo oriental, hacia el que dirigirían su mirada y oraciones los creyentes congregados en tan singular enclave. Pero, en realidad, quizás sólo fue, y es, un depósito más de las que horadan el subsuelo de la parte antigua de esta ciudad que padece largos periodos de sequía y que no tiene río, salvo la rivera que la bordea por el lado del saliente, y que procede de la llamada Charca del Marco o Fuente del Rey, donde aparece como un manantial del Calerizo. Los cacereños la conocen como Rivera del Marco o Arroyo de la Madre.
Es posible que todo esto (arquerías, columnas, bóvedas, tapias, morteros de cal, ...) no te satisfaga; te queda siempre la duda de que allí hay algo más. Y eso es lo que has venido buscando. Pero ¿qué? Miras y remiras, te dejas llevar por tus sensaciones, piensas, ... Con el tiempo te vas dando cuenta de que el lugar en el que estás no fue construido como sitio de habitación. Más bien se hizo como un ámbito cerrado, no habitable, no visitable. Un espacio de agua. Así ha sido durante siglos para cumplir su función de contenedor y de abastecimiento para la ciudad. Por eso tu estancia allí es una situación anómala. Y entonces retrocedes en el tiempo, te lo imaginas lleno, en penumbra y en completo silencio, roto algunas veces por ese murmullo del agua que cae en los días lluviosos, al entrar por las oquedades o luceras practicadas en el patio, y que están ahí antes de que el patio fuera patio y esta casa, la de las Veletas o de los Aljibes. Silencio que se rompía también cada vez que alguien lanzaba su caldero o calderilla, accediendo desde el Callejón del Gallo, para llenar su cántaro. Durante mucho tiempo ha sido uno de los pozos en los que los cacereños se abastecían para las tareas domésticas.
El pozo tuvo que ser de capital importancia para el asentamiento almohade, pues a finales del XII construyeron para protegerlo un verdadero baluarte formado por la torre albarrana de los Pozos, la desaparecida, también albarrana, de los Aljibes y la torre de la coracha que cobijaba la cisterna. Hoy, tras unas excavaciones iniciadas en 2005, podemos contemplar su interior bien lleno y también el bloque de hormigón que cubre la bóveda y que aparece perforado por dos lucernarios y por dos brocales por los que se sacaba el agua contenida allí.
Estructura general del conjunto defensivo de los Pozos. Frente oriental. Bajo las cuarcitas del primer plano, la cisterna. |
La escalera del interior del pasadizo, la estancia con los brocales y los respiraderos en el bloque de hormigón (foto tomada desde lo alto de la torre) |
A partir de la noticia nebulosa que se tenía de ese pasadizo surgió una leyenda sobre la conquista del solar por las tropas leonesas de Alfonso IX. Una historia legendaria de bello nombre: La leyenda de Mansaborá. O de la Mansa Alborada. Historia de enamoramientos entre una princesa almohade y un capitán leonés. De confianza y de traición. Y también de venganza cumplida por la pérdida de la ciudad. Pero esa leyenda no me gustó nunca cómo acaba: con historias de gallinas encantadas y recorridos por la ciudad en ciertas noches mágicas como la de San Juan, próxima al solsticio de verano. Prefiero pensar que el espíritu de esa joven enamorada, Mansaborá, maldecida y encantada por el conjuro de su padre, el alcaide de la fortaleza, habita en las aguas del aljibe. Eso es lo que descubriste al final de tu visita. Has estado en un espacio de agua, de oscuridad y de silencio. El lugar de la mora encantada. Los niños lo entienden perfectamente. Son niños y los espíritus de bellas jóvenes encantadas, que dormitan en las aguas quietas de oscuros aljibes, les gustan más que las historias de gallinas. Por esa razón los niños, al llegar a este sitio, siempre entran y permanecen en silencio. Como tú ahora.
Adenda
El aljibe de la Casa de las Veletas es también un espacio de arte y para el arte; un entorno cerrado, privilegiado para la creación artística. Monserrat Soto, en 2001, a través de una imagen que “perforaba” el muro, lo abrió al mar; Andrés Talavero, en 2002, lo imaginó como un entorno recorrido por Serpientes; Bárbara Walrraben, también en 2002, lo recreó con la propuesta Cierra tus ojos y mira; Paloma Souto, en 2010, "plantó" abedules gallegos y proyectó la Ofelia, de John Everet Millais, flotando muerta sobre la lámina líquida del aljibe; Antoni Abad, en 2015, expuso en sus muros la video-creación Sísifo, como una "metáfora de la existencia humana". Y por último, Diana Larrea, en 2017, a través de una estructura constelada de pequeños puntos de luz, sumergidos en el agua, creó un Microuniverso y nos invitó a contemplarlo. Según sus palabras, es "la percepción de lo sublime que nos recuerda nuestra propia insignificancia".
Todos ellos, tal vez tras muchas visitas, fueron capaces de entender este sitio como un espacio de singular importancia.
Pero esa es otra historia.
Qué interesante!!! Y qué fotos tan bonitas. Para mí tienen una gran utilidad didáctica. Da gusto seguirte.
ResponderEliminarMuchas gracias, Petri, por tu apreciación y por tu seguimiento. Ya sabes que estas cosas se escriben pensando siempre en los niños, aunque los textos son propios para adultos, que deben ejercer su papel de mediadores con los niños para conocer a través de ellos su ciudad y los elementos de patrimonio que la conforman. Es una pena que los niños descubran y "aprendan" su ciudad a través de los guías. Deben conocerla a través de los adultos de referencia: abuelos, padres/madres y los docentes que están con ellos tanto tiempo. Por eso escribo textos como este. Me imagino lo que debe ser para un niño o niña de ocho o diez años visitar el aljibe con sus abuelos o con sus padres y que le cuenten su visión del mismo, su forma de contemplarlo y de entenderlo. No hay guía ni visita guiada que pueda sustituir esa experiencia.
EliminarExcelente visita guiada¡¡¡¡ Buen trabajo, muy didáctico tanto por el texto como por sus imágenes.Ha sido un placer visitarlo. Enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias, Concha. ¡Qué buenas amigas tengo! Me alegra que me hayas acompañado en la visita. Algún día debemos visitarlo de verdad. Y allí leemos el texto.
EliminarCómo de costumbre un gran trabajo. Felicidades
ResponderEliminarMuchas gracias, Nani. Contigo y con escolares ya lo hemos visitado. Y es de las visitas que no se olvidan.
EliminarMe encanta Jose Vidal, las fotos preciosas y el texto digno de un gran maestro.Enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias, Mª Victoria. Eres muy generosa. Cualquier día, con algunos amigos, nos damos por allí una vuelta. Yo entro muy de continuo, con grupos de escolares, como guía voluntario. Y siempre me gusta volver. Siempre se descubre algo nuevo.
EliminarMagnífico trabajo,José. Es un auténtico placer leerte siempre. Saludos
ResponderEliminarAmiga Julia, encantado de que visites estas páginas. Y muchas gracias por tu cualificada valoración de las mismas, que ayudan a seguir con ellas. Saludos.
EliminarMuy buena la redacciónque has hecho del aljibe, lo visite hace años y quede encantado de su estructura muchas gracias por tu información
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, José Molero. Me alegra que te guste la información. Es un lugar que merece visitarse a menudo.
EliminarPrecioso, Vidal. La próxima vez que lo visite pensaré en Mansaborá y de vez en cuando volveré a ver estas fotos tan extraordinarias que has hecho de este aljibe que deja boquiabierto a quien lo visita. Gracias
ResponderEliminarGracias a ti por tus palabras, Luz Mª. Me gusta lo que dices de la visita y Mansaborá. Un lugar así merece visitas de vez en cuando.
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