Riolobos. "Ir de garulla"

En la huerta, junto a la noria con tío Alejandro y su hijo mayor. Foto: Rafael Fernández
 
Pues no. Aquella mañana del 10 de agosto, Rafael y yo no ibamos "de garulla". Nuestra intención era pasear por la zona del arroyo y de los olivares, ver y tomar imágenes de las norias cercanas al pueblo, charlar con nuestros paisanos que a esas horas tempranas trabajan en las huertas, evocar momentos, ... Y resultó especialmente agradable. Además los amigos hortelanos siempre te obsequian con los buenos productos de su tierra.
Antes de llegar a casa de Rafael, encontré junto a la Casa Grande, en la plaza de los Toros, un buen número de golondrinas tomando el primer sol de la mañana. Un espectáculo sobre los gruesos cables de la luz.


Comenzamos el recorrido buscando el portalón trasero de la huerta de tío Regino. El que tenía el cartel “Recreo de la insolvencia. 1901”. Pero parece que ha desaparecido. Una lástima. Otro sencillo elemento patrimonial que se pierde. Un día de estos hablaremos de nuevo de él.


Pasado el arroyo del Boquerón del Rivero, también llamado Zangaena, por unas falsas pasaderas de piedras amontonadas, llegamos a una huerta que se recuerda como la de don Miguel. En ella, una noria vieja permite obtener agua todavía. Está en perfecto uso a pesar del deterioro causado por el tiempo. Al lado también un pilón, blanqueado, y transformado en lavadero.
 

Al cargo de la huerta está tío Alejandro Comino. Echamos un rato con él pegando la hebra. Se amontonaron los temas y recuerdos. Primero, la triste noticia del fallecimiento de Manuel, un cacereño que hizo la mili con tío Alejandro, al que llamaba Valentín, que es como se llama, pero nadie en el pueblo lo conoce de esa manera. Manuel era un gran entendido del flamenco; no se perdía ningún verano los festivales de La Unión y se le reclamaba como jurado en muchos certámenes locales. Lo conocí en uno de los huertos de ocio de Cáceres, en los que participábamos como jubilados y también en muchos conciertos de flamenco de peñas cacereñas. Así iniciamos la charla.
 
Hablamos también de la pensión de Honorio y Delfina en Cáceres y de los riolobeños que por allí pasaban. De tío Urbano Granado y de Pedro Egido. Y recordamos tres nombres de riolobeños que siempre me asombraron cuando leía, hasta hace poco, su lápida: Asterio, Antera y Circunciso. Los evocamos por diversas circunstancias, pero también por lo singular de sus nombres. Cosas de otro tiempo.
 
Tío Alejandro nos muestra el buen funcionamiento de la nora, que todavía conserva la marca de su origen: "Aldeaseca de Alba. Salamanca"


Pero, como se ve en las imágenes, nuestro tema eran las norias de las huertas. Las noras (como se dice en el pueblo) son uno de los recuerdos indelebles de la infancia. Cuántas tardes de verano acudíamos con mi padre y con mis tíos a la huerta que tenían en el camino de Pajares. La recuerdo como un vergel, plena de cultivos y frutales. Las judías verdes de la huerta eran recogidas un lunes para, al siguiente, de madrugada, llevarlas al mercado de los martes de Plasencia. Cuatro leguas recorridas a pie con las caballerías cargadas del producto a vender. También recuerdo el sabor y el olor de los melocotones (melacatones, se decía), las ciruelas, las sandías, … Y sobre todo los sonidos de la noria que subía el agua por los cangilones y la vertía al pilón. La mula con los ojos vendados dando vueltas alrededor hacía que funcionara el mecanismo. Abundancia de agua, aunque no tanta como hoy con el regadío. Curiosamente, de las partes de la noria sólo recuerdo la palabra “cangilones”. Una palabra evocadora de experiencias y de poesía.
 

Seguimos por la orillas del arroyo buscando más, pero la mayoría están muy deterioradas. Pudimos compartir parte de la mañana con otros amigos que aprovechaban esas primeras horas para regar sus productos. Charlamos con Juan Delgado, con Pedro Rodríguez, con Cerezo, ... Agradables encuentros.

De nuevo pasamos por  la Fuente del Jardín, con su magnífico brocal y por la Fuente Sosa, lamentablemente cenagada con una palmera en su centro.

 
Este paisaje a la vera del arroyo y junto a los olivares nos ofreció bellas imágenes de cultivos en plena producción. Los milagros del regadío.
El maíz (los millos), algunos pimientos y las judías de mata alta sostenidas por cañas. A la vera de los olivares.

Más cultivos de la huerta

Tierra de garbanzos. Y la vieja higuera reviviendo

De vuelta al pueblo 

Volvimos por la zona del Cuenco. Antiguas casas del Riolobos de antes y algunos lugares pintorescos. Hacía tiempo que no paseaba por aquí.
 

Enseres antiguos expuestos en la casa de Gabino y Lala

En la calle de la iglesia. Blanqueado y "alpoyatas" (¿se llaman así?)
 
--o0o--
Aquella mañana hubo más cosas. Visité el viejo lagar o almazara de Urbano y Amelia; también repasamos los enseres que mis primas conservan en la casa de mis abuelos Pedro y Domiciana, en la troje completamente transformada. La visita fue con Araceli. Todo eso dio de sí la mañana.  Lo dejamos para otro día.

© José Vidal Lucía 
(salvo las fotos en las que aparezco 
que son cortesía de Rafael Fernández)

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