Fiesta de Sta. Catalina (Riolobos) en El Periódico Extremadura

Reedición del artículo de El Periódico Extremadura, hecha por el autor.
 
José Vidal Lucía Egido
Cronista de Riolobos  
Artículo publicado en el Periódico Extremadura con las fotos de hemeroteca (la de la torre es mía, pero no se cita al autor)

    Nos hemos permitido la licencia de reeditar las dos páginas de El Periódico Extremadura en las que se publica este artículo sobre las Fiestas de Santa Catalina de Riolobos. Y así, se han sustituido las fotos de hemeroteca, que publicaba el periódico, por otras cuatro, que forman parte del conjunto de nueve, que acompañaban al artículo, para dar sentido al contenido del mismo.

    A continuación publicamos todo el artículo, para su mejor lectura, acompañado de las fotos enviadas.

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Farolillos sobre la laguna: así arranca en Riolobos Santa Catalina 

    La festividad de Santa Catalina de Alejandría tiene lugar el 25 de noviembre, y es, junto con San Blas, la más importante que celebra el pueblo de Riolobos. Esta fiesta otoñal que suele verse amenazada por las lluvias de finales de noviembre («Santa Catalina / la de los limones. / Dios quiera que caigan / buenos chaparrones»), aquí se conoce como «las Catalinas», porque dura tres días. Además, esta santa, venerada en el pueblo posiblemente desde el XVI, da nombre a la propia iglesia parroquial. 

    La fiesta ha tenido una larga evolución en el tiempo. En los Libros de cuentas de fábrica parroquiales aparecen elementos característicos de la misma en el siglo XVIII, tiempo en que se vestía a la imagen, que debía ser diferente a la actual, de bulto y policromada. Así encontramos que en 1760 gastaron doscientos dos reales en un «vestido de Sta. Cathalina». También en 1775-76 se describe detalladamente la compra de «cinco varas y media de fondo de seda …, cinco varas de tafetán azul…, seis onzas y cuarta de puntilla de oro…, más la hechura y seda para el vestido», indicando el precio de cada elemento y el total de unos trescientos reales. En esos años vemos componentes como el «ofertorio y manada», rituales que generaban fondos para la iglesia, controlados por el mayordomo de cada año, ya que Santa Catalina nunca tuvo cofradía. Igualmente aparece la figura del tamborilero (o tamborino), al que se le abonaba una cantidad por «tocar a la función» o «para el día del ofretorio (sic)». La presencia de tamborileros, anónimos en estos libros, ha sido una tradición muy asentada en las celebraciones del pueblo y de la comarca. Interesante resulta la «limosna» de 540 reales que juntó la santa en 1787 «el día que salió por el lugar con la procesión de rogativa por el remedio del contagio que padecía el pueblo». Recurrir a la patrona como mediadora en este episodio de epidemia, y la elevada limosna y ofrenda de los feligreses, señalan la importancia que se le daba entre la gente del pueblo. Sin embargo, en las rogativas para pedir la lluvia se recurría a la imagen de Ntra. Sra. de la Argamasa, que procesionaba desde su ermita. 

    El carácter religioso de la celebración, con misa, procesión y ofertorio, permanecerá a lo largo del tiempo, aunque, durante el siglo XX, se incorporarán otros aspectos que primarán también el carácter lúdico-festivo. En las fotografías de los años 40 y posteriores podemos observar el afán de las muchachas casaderas por estrenar vestidos hechos por las modistas locales, la actitud de camaradería y diversión de los grupos de mozos y mozas, el posado de recuerdo llevando la imagen o ante ella, los bailes en salones del pueblo, los puestos de turrón y las atracciones infantiles. El acompañamiento del tamborilero, en lo religioso y en lo festivo, es notable en las primeras décadas del XX, destacando la figura de Santos Ginés, uno de los informantes del profesor García Matos. 

    Con el desarrollo socio-económico derivado de las nuevas actividades de regadío, y con los cambios sociales y políticos de las últimas décadas del XX, se incrementarán los aspectos de mayor diversión y festejo, y también las actividades culturales. Es significativa la crónica sobre Santa Catalina 83 en la revista local La encina. En ella se reflejan los actos que caracterizaban las fiestas de estos años: elección de reina y damas, sesiones de discoteca con concursos, fuegos artificiales, pregón (en ese año, por el consejero de Agricultura, Francisco Amarillo), alboradas con migas y aguardiente, vaquilla, y misa y procesión. También actuaciones teatrales y del «grupo folklórico» local, de «El Redoble» con explicación sobre la indumentaria tradicional, y «demostración de atletismo» de escolares. A ello se añadía la juerga colectiva durante los tres días, sobre todo de los jóvenes, y las atracciones de feria para los más pequeños. 

    Este modelo, que duró algunos años, cambió con el tiempo y, en la actualidad, se han introducido elementos que dan nueva dimensión a las fiestas patronales, dejándose de hacer algunos como la elección de reina y damas. Entre los programados últimamente, resaltaremos conciertos relacionados con el flamenco o con el folklore extremeño, la realización del pregón por personas vinculadas al pueblo o a la temática de la fiesta, y espectáculos de animación, orquestas, y músicos DJ. Son destacables por su novedad, contenidos y participación popular, la Suelta de farolillos y el Manifiesto por la igualdad, que se realizan la víspera en el paseo y balaustrada de la laguna, con una especial estética conseguida por los reflejos de los farolillos en el agua. El espacio del Parque Periurbano «Cerro Tomillar» se llena de luminarias que ascienden e iluminan la oscuridad de la noche. Y así, las luces de los farolillos y de los fuegos artificiales, también reflejados en el agua, inician las festividades del ¡Viva Santa Catalina!

Fotos sobre la fiesta patronal de Santa Catalina 

 






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