Viajes que sueñan vidas

Parte del equipo educativo
VIAJES QUE SUEÑAN VIDAS 
(Inés Mena Lucía)

Pisé tierra africana dos días después de haber leído mi tesis, tras veinticuatro horas de viaje, con una mochila al hombro y una maleta cargada de material de papelería, medicamentos y productos de higiene que mis amigas y familiares habían ayudado a llenar.

Abrí los ojos cuanto pude y respiré hondo; llevaba mucho tiempo esperando ese momento y sabía que mi vida iba a cambiar. Tras cinco años leyendo las historias que Alexia Vieira escribía en el blog de la Fundación Khanimambo (https://fundacionkhanimambo.org/), estaba allí para vivir aquellas historias, para sentirlas y para formar parte de algunas de ellas. Mentiría si dijese que desde el primer momento me puse a trabajar entendiendo todo lo que sucedía a mi alrededor porque tardé diez días en comenzar a comprender y asimilar la realidad que estaba viviendo, algunos aspectos nunca llegué a entenderlos y simplemente los acepté y hoy todavía sonrío pensando que aún me queda una gran parte por descubrir. Allí he compartido cientos de abrazos y sonrisas cada día y me he dado cuenta de la diferencia que marca cada pequeño gesto de cariño. He comprendido la necesidad básica que tenemos las personas de contacto y de afecto y la he agradecido. 

 
Me han acogido como una más del equipo y he trabajado codo con codo con el profesorado, planeando juntas actividades para trabajar los proyectos con los y las más pequeños e inventando juegos para reforzar matemáticas en los cursos de primaria. He leído muchos cuentos y las maestras de infantil hemos encontrado juntas la mejor manera de representar historias que dejan boquiabiertas a los niños y niñas. Hemos madrugado para transformar la clase y nos hemos emocionado con cada pequeño progreso, cada palabra aprendida y cada paso caminado. He aprendido a exprimir los recursos al máximo y nuevas formas de trabajar con la infancia. Hemos intercambiado ideas, experiencias y realidades para que ellas pudieran seguir su labor en las aulas de Mozambique y yo aplicar otras nuevas al volver a casa. Hemos cantado, jugado, reído y bailado juntas. He mirado y admirado.

Símbolo de nuestro lema "Juntas pela infância"
Celebrando la llegada de nuevos colchones y disfrutando de la nueva decoración del aula
Trabajando con el cuento "Crisol y su estrella" de Begoña Ibarrola
Para alguien que no la conoce, definiría la Fundación Khanimambo como un oasis en lo alto de una colina de tierra de Praia Xai-Xai, Mozambique. El centro Munti, lugar al que acuden cada día casi cuatrocientos niños y niñas de la Fundación Khanimambo, no es una escuela, es mucho más. Es un complemento en el que se refuerzan contenidos del colegio y se hacen actividades más lúdicas para interiorizar los aprendizajes, un lugar en el que se desarrollan otras destrezas y habilidades a través de actividades útiles para que los y las niños y niñas sean capaces de desenvolverse en su día a día ahora y en el futuro. El centro Munti tampoco es un centro de salud, es mucho más. Por eso las trabajadoras conocen a la perfección lo que le sucede a cada persona que pasa por la enfermería, cuidan de que todas se sientan bien y tomen su medicina diariamente y educan en todos los temas relacionados con salud: higiene, enfermedades o sexualidad. El centro Munti tampoco es un comedor, es mucho más y, por ello, las cocineras trabajan con plena dedicación y una sonrisa radiante para alimentar a todas las personas que allí conviven dando así la oportunidad de que crezcan sanas, fuertes y amanezcan llenas de energía para afrontar el día. Khanimambo es un lugar en el que los niños y niñas se sienten protegidos, cuentan con el apoyo y consejo de personas en quienes pueden confiar, encuentran un espacio seguro en el que poder desarrollarse, en el que conocerse a sí mismos/as, en dónde aprender a SER y a ESTAR en el mundo y en el que descubrir quiénes quieren ser y cuáles son sueños. Es un lugar para, por y con la infancia. Como he dicho, no es una escuela, pero ojalá todas las escuelas del mundo tuvieran su Khanimambo porque Khanimambo invita a soñar de una manera muy real. 


Esto es la Fundación Khanimambo, una parte ya la conocía y otra muy grande la he descubierto durante mi estancia en Mozambique. Porque, aunque ya sabía que es una ONG pequeña que cuida mucho el contacto directo entre padrinos/madrinas y sus ahijados/as y ya conocía el gran entusiasmo de Alexia, lo que no podía imaginar antes de llegar allí era la delicadeza y cuidado con los que está pensado todo: desde la organización minuciosa, hasta el más mínimo detalle decorativo que ayuda a crear un ambiente agradable, un refugio, un hogar. Lo que no podía imaginar antes de llegar allí era la dedicación con la que cada trabajador/a de la Khanimambo ejerce su profesión, superándose cada día, recibiendo con los brazos abiertos las ideas que estés dispuesta a aportar, compartiendo en cada reunión matutina información valiosa sobre cada pequeña y cada actividad y dedicando su vida a todo ello. 
 
Lo que no podía llegar a imaginar era que la risa de esos casi cuatrocientos niños y niñas con los que he compartido un mes intenso pasaría a formar parte de la melodía de mi vida, del motor que bombea mi sangre que ahora está llena de energía. Sus abrazos, sus “bom dia”, su poder de resiliencia, su imaginación y su alegría supera todas las historias duras que hay detrás de la corta edad de muchos de estos niños y niñas. La curiosidad que reflejan sus caras, su inquietud por tocarlo todo, la búsqueda del contacto de las palmas de sus manos con las mías, de traspasar la piel y conectar energías; su capacidad para afrontar la vida. Y, sobre todo, sus miradas. Esos ojos negros que todavía aparecen en mi mente cada vez que cierro los míos. Esos ojos profundos y brillantes, con una mezcla de vivencias y de ilusiones futuras, con una pureza indescriptible. Los ojos de los más pequeños/as que me pedían contarles historias y cantarles canciones imitando después cada gesto. 

Los ojos de los y las adolescentes que buscaban respuestas a tantas preguntas y querían enseñarme su música, sus vestidos, sus talentos. Los ojos de cada una de las personas que forman el equipo de la Fundación Khanimambo y que buscaban los míos para escucharnos mutuamente, para entendernos, para explicar su realidad y que yo pudiera exponer la mía. Los ojos de una tribu, la que se necesita para educar a un niño, a una niña. Y mis ojos llenos de admiración por el trabajo que hacen, por todo lo que he aprendido, por ayudarme a través de su compañía a recordar mis orígenes y a agradecerle tanto a mi familia, por la energía que me han transmitido, por sus sueños y por los míos, por ser consciente del cruce de caminos que afortunadamente encontré en el oasis de la cima de esa colina de tierra rojiza. 


Ahora mi maleta está en la habitación de casa repleta de historias, de cariño, de recuerdos, de sonrisas, de miradas, de proyectos, de fuerza, de aprendizaje y, sobre todo, de sentimientos. Y hoy pienso en todos esos sueños que se tejen bajo la mafureira que equilibra el patio de arena de la Fundación Khanimambo, esos sueños tejidos que parten de las ramas del majestuoso árbol bajo el que tanto tiempo me senté a observar, a compartir, a vivir. Y pienso en que una parte de mí sigue allí, sentada, sonriendo, abrazando, admirando y soñando.



“Para educar a un/a niño/a hace falta la tribu entera”, una tribu que está unida por un puente de donativos de felicidad entre España y Mozambique porque todas las personas necesitamos ese intercambio de sonrisas, de amor y de sueños.

Y tú, ¿te atreves a soñar con Khanimambo?

 
 

Texto y fotos: Inés Mena Lucía

Comentarios

  1. Jorge: el día 2 de Diciembre correremos contigo en Valencia.
    Ánimo: 42 km.= 42 asientos en la furgo para l@s niñ@s.

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